Durante los últimos meses quienes nos identificamos como bisexuales, lesbianas, travestis, transexuales, transgéneros, gays, homosexuales o pansexuales hemos sufrido (otra vez) agravios, violencias y discriminación de parte de los representantes más fundamentalistas de la iglesia católica y de los sectores más conservadores de la sociedad.
Pero no sólo nosotros fuimos víctimas de estos ataques, nuestras familias fueron agredidas y también aquellos heterosexuales (incluso conservadores) que mantienen relaciones sexuales sin estar casados, o lo hacen con más de una persona o son estériles, impotentes, menopáusicas, o usan condón, o eyaculan fuera, o toman píldoras anticonceptivas, o tienen colocado un diu, o practican sexo oral o anal.
Fueron violentadas todas aquellas personas intersex cuyos genitales, gónadas u hormonas varían del promedio establecido por la ley y la medicina, fueron injuriados todos aquellos que no encarnan una tuerca y un tornillo “natural” (como muestra la bandera de queremos mamá y papá) y todas las personas que para encarnar ese cuerpo de futura mamá o papá fueron mutiladas al nacer.
También aquellos niños y niñas que fueron criados por un solo padre o una sola madre, o una abuela, o una tía, o un hermano; todos aquellos niños que son hijos de travestis, de lesbianas, de gays, de bisexuales y que existen ya hoy en la Argentina, que van al colegio, que juegan con otros niños.
Los ministros fóbicos de la iglesia y del estado han intentado impedir la sanción por una ley de matrimonio entre personas del mismo sexo a través de argumentos falaces y oscurantistas que nos tocan inclusive a quienes no teníamos el más mínimo interés por casarnos o a quienes ya estaban casados. La insistencia por reducir la complejidad de nuestras identidades a una simple práctica sexual que puede ser reprimida a través de votos de castidad o de tratamientos psicológicos resulta patética, ofensiva, inviable e ignorante.
Cada vez que se nos llama enfermos o discapacitados por nuestra orientación sexual, expresión o identidad de género, la operación que se realiza es la de invisibilizar la situación sanitaria complicada de muchas lesbianas, transexuales, travestis y gays, de muchos bisexuales e intersex que son diabéticos, o seropositivos, o tienen cáncer, o están en sillas de ruedas, o son ciegos, o tienen hepatitis, o neumonía, o tuberculosis, o gripe A, o son esquizofrénicos, o bipolares o están en coma, o a la espera de un riñón, de un pulmón o un corazón.
Qué pasaría si uno le dijera a esos que nos llaman enfermos o discapacitados que sí, que en efecto muchos de nosotros estamos enfermos. Si a esos que nos acusan de tener problemitas mentales les contestamos que sí, que muchos de nosotros necesitamos tratamientos psiquiátricos. Qué ocurriría si uno les preguntara a los representantes del estado o de la iglesia por qué razón cando vamos a un hospital estatal (o universitario católico) recibimos un trato diferenciado y discriminatorio, ¿por qué el acceso a la salud para la comunidad travesti es casi nulo? ¿Por qué muchas lesbianas se niegan a ser atendidas por ginecólogos argumentado haber recibido de ellos sanciones morales y un trato hostil? ¿Por qué muchos homosexuales son humillados a diario por dermatólogos, infectólogos o proctólogos? ¿Por qué en los hospitales no nos permiten aun donar sangre?
Nos acusan de ignorantes o de mal-educados y al mismo tiempo nos niegan el acceso a cualquier establecimiento educativo emparentado con la iglesia católica. Les impiden a sus hijos que se junten o se hagan amigos de un niño afeminado, de una niña lesbiana, de los hijos de un transexual o de una travesti. Les impiden a nuestros hijos crecer en espacios libres de violencia. No respetan en ninguna escuela el derecho de las personas a llamarse por su nombre o en el género con el que se identifican, no nos permiten utilizar los baños de mujeres por las dudas violemos a alguna de ellas, ni los baños de varones por las dudas estos nos violen y luego la escuela se vea envuelta en algún litigio jurídico.
Qué posibilidades tenemos de acceder, no digo plena sino, regularmente a la ciudadanía si cada vez que un profesor dice públicamente que es homosexual o una docente dice que es lesbiana corren el riesgo de ser expulsados (en el caso de los colegios católicos) o de ser removidos del cargo (para ocupar tareas administrativas que no impliquen el contacto con niños, jóvenes o adolescentes) en el caso de las escuelas públicas o laicas.
Nos llaman promiscuos y con este argumento quieren coartar nuestros derechos, siendo que la promiscuidad nunca le impidió a ningún heterosexual casarse. De igual manera nuestros amigos heterosexuales muchas veces explican nuestra situación diciendo: No ves que se aman muchísimo, se deberían poder casar- siendo que el desamor nunca le impidió a ningún heterosexual casarse.
No se trata de que el estado de el visto bueno al amor que dos personas se tienen, se trata de exigirle al estado posibilidades jurídicas para regular nuestro capital, compartirlo y heredarlo a nuestro antojo. Esa es la demanda y ese es el derecho por el que las comunidades LGTB están peleando actualmente. No se trata de una ley sólo para homosexuales, sino de una ley que también le permitiría a cualquier heterosexual más dominio sobre su patrimonio.
***
En lo personal no me preocupa tanto la sanción de la ley matrimonial como el odio que suscitan las respuestas ante la misma, por lo demás, al fin y al cabo, quienes accedan al privilegio de casarse y al de la adopción serán quienes ya vienen disfrutando privilegios previos.
Me refiero a quienes desde antes del proyecto de ley en cuestión poseen bienes y propiedades para heredar, quienes poseen un DNI que reconoce su identidad, quienes tienen acceso a créditos, quienes no dependen económicamente de una familia homófoba o lesbófoba, quienes no dependen laboralmente de instituciones, organizaciones o empresas transfóbicas, misóginas, clasistas, racistas, machistas o fundamentalistas.
Quienes tengan los recursos para adoptar podrán hacerlo, tendrán hijos quienes dispongan de la estabilidad económica para pagar una inseminación artificial o alquilar un vientre, se casarán quienes tengan las monedas para llegar hasta el registro civil.
Quienes se casen y adopten serán los que (mirando así un poco por encima) ya sabíamos de antemano disponen de los medios para hacerlo. El acceso a estos derechos con seguridad seguirá el orden jerárquico de las siglas políticas, primero Gays, luego Lesbianas y con mucha suerte, más a futuro accederán Trans y Travestis (también en este orden).
Mientras tanto nos urge que la sociedad y las autoridades tomen conciencia y se hagan cargo del odio y la fobia social hacia nosotros, ese odio que empieza con la exclusión familiar e institucional, y continúa con la falta de acceso o el acceso diferenciado a los sistemas de salud y educación, o el maltrato que sufrimos hasta en el sistema penitenciario (porque al igual que muchos heterosexuales también vamos presos y al igual que ocurre fuera de las cárceles, también adentro recibimos un trato discriminatorio).
Queremos que el estado y quienes tienen tantas ansias de ley comprendan la necesidad de cambios culturales mucho más profundos que meras sanciones legislativas. A muchos de estos cambios ya los estamos produciendo: caminando tomados de la mano, mariconeando, chongueando, sonriendo, devolviendo los insultos, celebrándonos, montándonos, maquillándonos, nombrándonos y burlándonos de todo, incluso de nosotras mismas.
Así sobrevivimos pero queremos más que sobrevivir, queremos que quienes dicen representarnos asuman el hecho de que aun no se ha derogado el código de faltas que es claramente homofóbico lesbofóbico y transfóbico, que los planes de gobierno y la justicia se encarguen de redireccionar, cuando no erradicar, el asco desmedido que las personas aprenden a tenernos (en las familias, en los colegios, en las iglesias, en las calles), porque sabemos que nadie nace odiando a las travestis, a los gays o a las lesbianas, nadie nace teniendo asco por transexuales e intersex, ese odio se aprende y se enseña, se alimenta todos los días a cada rato en cada casita de cada barrio. Uno no nace homófobo, uno llega a serlo.
Por eso hoy, ante las argumentaciones homófobas de la iglesia y los fundamentalistas les exigimos a los senadores piensen seriamente en ese odio que se nos tiene, en ese asco irracional que muchas veces termina en el homicidio, en el exterminio de todo lo que no es heterosexual. Recordemos que en nuestra provincia hace sólo cuatro meses que Natalia Gaitán fue asesinada por lesbiana y que la muerte de Vanesa Ledesma en manos de agentes de la policía cordobesa, lleva años sin esclarecerse.
La urgencia que tenemos por garantizar nuestros derechos humanos no puede dilatarse más, se nos va la vida en esto, queremos poder comer, ejercer nuestras profesiones, estudiar, queremos curar nuestras dolencias y vivir nuestras identidades, demostrar afecto o pura calentura, opinar y expresarnos sin ser descalificados ni ser perseguidos por ello.
Lo que está en juego este 14 de julio en el senado no es la aprobación del matrimonio entre lesbianas o entre gays, lo que se juega es la posibilidad de decirle NO a un sector de la sociedad que nos detesta por no ser como ellos y evidencia sin ningún pudor sus políticas de exclusión y marginación. No se juega el derecho a la igualdad o a ser como cualquier otro, sino el derecho a ser diferentes sin ser violentados o discriminados con argumentos patéticos que parecen chistes y que hasta nos reímos cuando escuchamos algunas de esas ridiculeces. Sin embargo, las consecuencias de toda esta violencia no son chistosas ni ridículas, nos afectan porque conocemos en carne propia el costo material de los disparates de monseñores y mandatarios, los disparates de un montón de señoras teñidas de rubio fluorescente y con anteojos gigantes hablando de “lo natural”, de chiquillos atrozmente manipulados repitiendo por las calles “queremos mamá y papá” o “matrimonio viene de la palabra matriz y eso significa que puedo negarte los derechos que se me ocurran”.
A toda esta gente que se arroga el derecho de llamarse familia y de llamarse iglesia, que cree tener autoridad para decidir qué es lo moralmente correcto y qué no lo es, me gustaría decirles que no necesitamos de sus enseñanzas porque nosotros ya tenemos nuestras propias familias, tenemos nuestros proyectos de familia y nuestros ensayos de familia, tenemos nuestros resentimientos y nuestros karmas de familia. Ya hay niños entre nosotros, con nosotros y como nosotros. No necesitamos de sus enseñanzas ni de sus aprobaciones porque nosotros como ciudadanos ya tenemos nuestras propias creencias, nuestras formas de ser ateos y de ser iglesia, no necesitamos su autorización para profesar nuestra fe o expresar nuestra espiritualidad.
Quiero decirles que mientras ustedes nos enviaban a la hoguera nosotros hemos estado ocupados diseñando estrategias de resistencia, hemos continuado naciendo en medio de sus familias, nos hemos criado en sus escuelas y sus templos (bien en el seno homófobo de Cynthia Hotton). Hemos aprendido a perdurar entre ustedes y a pesar de ustedes, hemos elaborando nuevos cuerpos (más ágiles, más gozosos, más pensantes), hemos hecho amigos y aliados, hemos construido registros y memorias, hemos contado varias veces y con varias versiones nuestras historias, tenemos nuestra propia ética y nuestros modos de leer la biblia y el kamasutra. Sabemos cómo rezar, como bautizaros y como celebrar cada nueva iniciación.
Sabemos con toda certeza cómo enterrar y llorar a nuestros muertos. También cómo desenterrarlos y resucitarlos cada vez que sea necesario.
No somos pocos y no estamos solos, quizás algunos estemos locos y otros estemos enfermos, varios seremos ignorantes y promiscuos, con seguridad no somos iguales y pagamos un costo alto por ello. No somos iguales pero gracias a todo vuestro fascismo estamos más juntos últimamente, estamos unidos, debatiendo y pensando mundos más habitables, construyendo lazos y comunidades junto a un montón de argentinos y de compañeros latinoamericanos que nos acompañan y nos incentivan a seguir luchando.
Estamos cantando, bailando y cogiendo mucho más por estos días, con amor y sin amor, entre dos, entre tres y entre más también. Sólo nos detenemos para amamantar a nuestros hijos o para contarles cuentos en los que ni los lobos ni los monstruos son cazados, cuentos en los que nadie es casado, en los que ricitos de oro puede ser adoptada por la familia de osos y ningún estanciero sojero sacrifica a la gallina de los huevos de oro. Estamos haciendo historia y estamos disfrutando mucho que se trate de nosotros esta vez, por eso nos reímos, gozamos, nos hacemos compañía y nos hermanamos, porque intuimos que entre tanto puto, tanta torta, tanta trava, tanto trans, tanto bi, tanto inter y tantos niños el verbo finalmente se está haciendo carne.
24 de marzo: Otra Vez Sopa
Dani terminaba de servir la ronda de sopa para los ocho que almorzábamos en esa mesa cuando María se acerca y nos pregunta si nos puede hacer una nota sobre la libertad, bastante fastidiados le decimos que no es el momento, que estamos hartos de las cámaras que lo registran todo incluso en el espacio del comedor. Casualmente comentábamos con Orli, Hernan, Katrin, Cata y el Tucumano lo insoportable que resultaba el registro de todas las actividades e incluso los interminables anuncios que se realizaban a la hora del almuerzo.
María se alejó y continuó fotografiándonos. No voy a entrar en el juego de palabras en el que tantos otros, incluida Susan Sontag han entrado al analizar los disparos que la cámara fotográfica produce (el disparo del flash, pero también el disparo que nos alcanza, atraviesa etc. etc. etc.). Intuí lo que iba a ocurrir. No voy a jactarme de una gran agudeza deductiva, ni mucho menos de poseer el don de la clarividencia. La razón por la que todo me resulto tan predecible es sencilla: lo había vivido 3 veces ya. La última vez fue, también para el 24 de marzo, en el comedor universitario de mi ciudad.
No se si vale la pena entrar en detalles con respecto a lo que continuó, resumiendo se acercaron algunas personas repitiendo las mismas frases de siempre, del tipo... "alguien los ha visto? se los llevaron, se los llevaron" “quedate callado y no digas nada”
Orli bufó fastidiada y por primera vez no me pareció un capricho adolescente de su parte, sino la expresión más genuina de un desagrado ante la banalización y la reproducción de un estilema tan gastado que jode.
Lo que ocurrió luego es fácil de adivinar, los machos argentinos del campamento (perdón si distrae que visibilice así que todos eran activamente heterosexuales), entraron vociferando, insultando y golpeando las mesas, con una pasión, con unas ganas... Se llevaron gente (cómplices, actores también) a los gritos, arrastrándolos e insultándolos. Y amenazaban a quienes miraban la intervención, pateaban y maldecían.
Orli se limitó a decir: se fueron al orto boludo, no dá.
Muchos de los presentes se largaron a llorar, otros se levantaron insultando e impulsados por el señor Alberto (quien terminara encarnando la ley paterna, el machismo y lo peor del patriarcado hacia el último día) se opusieron a los que estaban haciendo las veces de los milicos y los sacaron a los empujones del salón.
La gente continuó llorando, esta vez todos lloraban, se abrazaban... tomaban la palabra con fervor para explicar que nuestra lucha sigue siendo la misma, que los milicos genocidas putos hijos de puta tienen que morir reventados, que lo que había ocurrido cuando los compañeros se levantaron era signo de una América Latina unida, fuerte y grande. Se mencionó al primer desaparecido en democracia Julio Lopez ( y no pude evitar recordar al Dr. Fernando Fraenza hablando de la obra "Lopez" de Lucas Di Pascuale en un taller de lectura sobre Hall Foster).
Me invadió una tremenda tristeza, por el dolor y por la ingenuidad Latinoamericana.
Un golpe de estado, una dictadura militar son fenómenos sistémicos tan inabarcables, tan incomprensibles, tan oscuros que resulta imposible volverlos inteligibles a través de la representación.
Qué nos hace pensar que reproduciendo en pequeñísimas dosis esa violencia monstruosa e inconmensurable vamos a acortar las distancias que nos separan de la experiencia real del campo, del secuestro, de la tortura, de la violencia estatal. El grito, el golpe en la mesa, el reclamo, el insulto racista, clasista que se utilizó para representar guarda vínculos más estrechos y orgánicos con la violencia doméstica (la del macho que brama porque la comida está fría, porque no encuentra el control remoto, porque tiene hambre y los chicos joden) que con la experiencia remota del golpe de estado.
No dejo de preguntarme por qué hay tanto fetiche con encarnar el papel del amo y del opresor para citar subversivamente (?) el terror. Qué les pasa a los jovencitos de izquierda que se mojan por dar un par de gritos y golpear la mesa, allí donde el teatro no es más cosa de maricas y putos, qué les pasa a los mozos de la derecha que se alistan en los via crucis para jugar a los soldaditos romanos. ¿Por qué?
A partir de estas experiencias de representación no se aprende, o si se aprende, a mantener viva la memoria. Lo que debemos desmantelar con urgencia es la idea de que la lucha de hoy es la misma que la de antaño, la lucha es otra, siempre es otra, distinta, inarticulable...hoy vivimos en democracia, mal, bien, vivimos.
Tenemos que asumir que lo que ocurrió fue algo distinto, otra cosa, que no podemos mantener vivo nada de aquello. Que el aparato policial y estatal sigue reprimiendo y oprimiendo pero no a quienes no están con nosotros, lo hacen con gente que está viva a nuestro alrededor.
Julio López no es el primer desaparecido en democracia si contamos la cantidad de travestis asesinadas por la policía, desmembradas en calabozos y arrestadas a plena luz del día, apartadas en una zanja o a la orilla de un camino, sin ni siquiera un nombre en los registros que la identifique...
Por cuánto tiempo más vamos reclamar derechos humanos para los desaparecidos y continuar desapareciendo e inhumanizando a los que están vivos,
Por cuánto tiempo hablaremos de la identidad verdadera y desconoceremos la identidad verdadera de quien decide vivir en otro sexo, en otro género, en otro cuerpo. Cuando nos vamos a hacer cargo de que nuestros discursos están viciados de la misma mierda que criticamos.
“Milicos putos, hijos de puta, asesinos...”
Cuántas y quiénes fueron las putas de los milicos,
A cuántos y cuántas putos y putas se cargó la última dictadura militar.
Por qué exigimos justicia en los mismos términos homicidas contra los que luchamos.
Qué escribió cada uno sobre la cultura de paz al llenar la aplicación para participar del encuentro.
No pude comer nada más que la sopa. La sopa de siempre. Otra vez.
Argentinos
Escena I
Llegamos al campamento una veintena de personas en un bus, éramos un gran grupo de argentinos (algunos más argentinos que otros) Sol, Mariana, Juanma, Martín, Dora, Catalina, Orli fueron recibiendo uno por uno los gafetes con su identificación, hacia el final Rubén y yo dijimos nuestros nombres, la persona encargada de la organización nos dijo "pero ustedes no son Argentinos, ¿verdad?" respondí que sí, que éramos argentinos; algo estupefacta la organizadora repitió la pregunta esta vez mirando más atentamente a Rubén "pero vos también sos argentino?", Rubén balbuceó algo así como que estudiaba y vivía en Córdoba pero era descendiente de... -"ah sí si, Rubén" cerró la mujer entregándole el gafete, como quien se saca algo pegajoso de las manos.
Escena II
Luego de una caótica bienvenida y de dejar los bolsos y las mochilas en las cabañas, fuimos a la playa, los argentinos conversaban y tomaban sol en cueros y en bikinis. Más alejados, con los pies entre la arena y el agua, conversábamos con Rubén sin sacarnos las remeras acerca del saber médico y su omnipotencia, las patologizaciones y la medicalización de los cuerpos. Otro compañero se nos acerca y nos pregunta "¿de dónde son ustedes?" nos miramos y decimos que de Argentina y el nos responde que no nos parecemos tanto a los argentinos. Le dije que tenía razón, que no éramos tan argentinos. "¿entonces qué son?" pregunta el compañero que es oriundo de Bolivia, Rubén toma la palabra y afirma "yo soy un indio y el (osea yo) un puto". Silencio.
Las olas traen una rama a la costa, la tomo con las dos manos y acercándola a Rubén sugiero "Che, vos que sos indio podrías hacer algún instrumento con esto" Rubén sonríe y añade "si algo para que ustedes los putos se metan en el culo". Nos reímos fuerte, los tres nos reímos, pero cuando finalizan las carcajadas el compañero boliviano se aleja sacudiéndose la arena de los pies, como quien fuera salpicado por una maldición.
Escena III
Janaina y yo vamos caminando por el parque sosteniendo ella una jarra con jugo y yo una bandeja con panes. Conversamos. Le doy mis felicitaciones por el taller que dictó sobre afrodescendencia, ante lo cual Janaina se encoge con un aire de misterio y casi susurrando me dice en portuñol: "¿Usted se considera negro? por que você en minha ciudad é negro, eu sou mais negra, pero usted pasa por negro também, a ventaja é que nenhum asaltante va a querer robarlo si usted va pra allá porque vão pensar que é de nósotros e não um estranho." Continuamos caminando hasta el comedor central, depositamos la bandeja y la jarra en la ventanilla acordada, la cocinera con su uniforme azul a cuadros nos sonríe y cómplice nos guiña un ojo.
Escena IV
Es la noche de los pueblos, se realiza una celebración en la carpa “blanca”, han colocado una barra que vende cervezas, kranchitos y alfajores. Suena Kusturika, hay un sistema de correo donde uno puede dejar un mensaje de amor a quien guste para que luego en pequeños intervalos sean leídos por el micrófono. Muchos estamos bailando eufóricamente, por los parlantes se anuncia un mensaje que causa alboroto: "Katrine, sos la argentina más linda del campamento, en mi ciudad causarías desastres".
Katrine es alemana, vive en la argentina desde hace seis años.
Agendas
Un hondureño dice que la gran mayoría de las parejas gays fracasan porque no fuimos educados para estar en pareja entre dos hombres, dice que los gays que militan en contra del matrimonio o posponen dicha temática lo hacen por falta de educación.
Martín interviene recordando que muchos de los gays que estamos en contra del matrimonio leemos teoría queer y estudios de género, que no se trata de ignorancia o falta de educación sino de una posición política.
A esto responde que agradece la intervención, que nos felicita por nuestra "inteligencia" pero que no todos los países de latinoamerica ni los activistas tienen esta "capacidad" de leer teoría queer, que nuestras intervenciones son muy superiores.
Pido la palabra y pregunto a los presentes:
Bien, por un lado tenemos una agenda política de gays y de lesbianas que quieren casarse, adoptar y heredar sus bienes (tienen bienes) por otro lado una agenda de trans (personas que habiendo sido asignados a un sexo al nacer se identifican con el "otro" género) y de intersex (personas cuyo canon corporal y genitalidad varía respecto de la media considerada "normal") que reclaman el derecho al nombre, a la salud, a la integridad de sus cuerpos y a la educación.
¿qué clase de sofisticación intelectual es esa de la que se nos acusa por decir que urge una agenda de derechos humanos por sobre una de derechos civiles?
¿Qué realidad es esa de los países más pobres y menos instruidos de américa latina que produce al matrimonio homosexual como lo más importante en sus agendas, y que nosotros los argentinos no podemos comprender?
¿Realmente es muy de avanzada nuestro reclamo? ¿No se concibe querer que una agenda de derechos humanos no se lleve después, ni durante, sino y sobre todo antes que una agenda de derechos civiles, que dicho sea de paso suponen de nuestra parte una reproducción del modelo familiarista patriarcal monogámico y heterosexista para garantizarlos?
¿yo me equivoco o no es en realidad, justo en aquellos países latinoamericanos más pobres donde las comunidades encuentran formas mucho menos normadas de existencia?
¿no es precisamente en la América latina más oprimida y explotada por el capital donde docenas de travestis conviven con locas,maricas, gitanas,indios, negros, machonas, chongos, campesinos y niños?
¿no deberíamos trabajar para obtener la garantía de nuestros derechos sin dejar de dar cuenta de nuestras propias realidades y de nuestros modos de existir y relacionarnos? ¿de convivir y de formar comunidades alternativas al modelo impuesto?
Dos horas más tarde, durante la cena el mismo hondureño afirma que en su país no hay ni hubo ningún golpe de estado, que es sólo una trans-ición... todos se miran, varias afirmaciones cobran sentido, varias dudas se esclarecen.
Gordito Chupacirio (1era parte)
Desde los trece a los dieciseis años fui un chupacirio, una mariquita parroquial. Durante esos tres años fui prácticamente todos los domingos a misa, también iba a misa los sábados como parte de la rutina de las clases de catequesis que daba a niños de 8 años y por supuesto asistía a todas las misas extraordinarias: Miércoles de Cenizas, Pentecostés, Semana Santa, Via Crucis, festividad del Corpus Christi, Navidad, Reyes, Profesiones Perpetuas, Ordenaciones Sacerdotales, Diaconados, día de la Virgen, etc.
Para ese entonces yo era incapaz de pensarme como marica, la negación era terrible. Me engañaba sistemáticamente a mi mismo, confundía la atracción y el deseo que sentía por otros varones con una forma de amor fraterno, no es que no hubiese cariño sino que todas mis pulsiones sexuales (mi calentura) eran canalizadas en una economía filial cristiana. Esa economía perversa hizo mi existencia posible y mi mundo adolescente un poco más habitable. El pertenecer a una comunidad de jóvenes religiosos me permitió escapar de varias de las situaciones de violencia que los maricas más jovencitos tenemos que enfrentar en nuestra adolescencia (especialmente la hostilidad en la escuela y las presiones familiares y de nuestros pares), y a su vez encontrar una explicación o una excusa para nuestros deseos e identidades no hegemónicos.
De este modo el amor homoerótico encuentra una institución que hace su existencia posible, o mejor aun, el deseo homoerótico puede ser institucionalizado, legitimado, en términos de amor al prójimo. Del mismo modo se habilitan códigos de conducta no hegemónicos que en otros contextos serían inaceptables. Así, recuerdo, que en esta época podía saludar a otros varones con un beso, abrazar a algún amigo durante varios minutos, o tomarme de la mano con un parroquiano desconocido, en las praderas de San Ambrosio justo ante el palacio de la viuda de Olmos.
Recordemos que mientras para las mujeres “la de marimacho es una fase efímera y poco importante (…) un mero lapso en el curso del desarrollo femenino” en el caso contrario “No hay un periodo de tiempo aceptado para que un muchacho explore su lado femenino, porque dicha exploración daría a entender que tal vez fuera diferente” , en nuestra cultura el contacto entre varones, la posibilidad de tocar a otro, sólo se habilita en contextos deportivos, de lucha o competencia. Es por esto que considero la fase religiosa cristiana puede ser tan importante en la vida de algunos homosexuales, en mi caso particular me permitió interactuar de un modo amoroso con otros varones, recuerdo mi euforia al entrelazar mis manos con las de otros hombres para rezar, también recuerdo que escribía extensísimas cartas a mis compañeros de grupo juvenil expresando mi cariño y amistad incondicional, terminándolas siempre con cuatro palabras que aun hoy despiertan excitación “te ama, tu hermano”.
En los talleres de reflexión y pensamiento gay que coordiné en Córdoba como en distintas charlas informales con conocidos gays de trayectoria católica, salieron a la luz diferentes modos de supervivencia de nuestros deseos y placeres homosexuales en dicha etapa de nuestras vidas:
Para muchos los espacios religiosos les permitieron poder desempeñarse activamente en cuestiones académicas (leer, estudiar, ser alumnos “tragas”) contando con la protección de algún funcionario religioso o con la contención de un grupo que no recriminaba sus intereses sino que consideraba la Sabiduría uno de los dones del Espíritu Santo, o una valiosísima combinación escolapia de la Piedad y las Letras;
También hubo para quienes la religión los salvaba de las tortuosas exigencias de la actividad física y competitiva de los deportes;
Otros no podíamos evitar sentirnos seducidos por la veta artística (musical, pictórica, arquitectónica y literaria) que las comunidades religiosas promovían para quienes nos acercábamos;
Para algunos “feos” la importancia que se daba a la belleza interior y a las actitudes por sobre los atributos corporales y las destrezas físicas resultaba aliviante y esperanzador. Del mismo modo la falta de control y de reprobación sobre las expresiones afeminadas de los cuerpos de los varones y sobre las expresiones masculinas de algunas mujeres reducían las presiones sociales. Para muchos adultos la religiosidad de sus hijos o parientes explica sus expresiones de género no hegemónicas: “Es delicado porque va mucho a la iglesia, es muy buenito” o “Ella no se arregla tanto porque es muy religiosa, no le gusta maquillarse el rostro para no ostentar”;
Algunos otros confesaron ser conscientes de su orientación homosexual ya durante esa etapa y sentirse extremadamente culpables, encontrando en su práctica religiosa (siendo buenos cristianos) una buena forma de pagar por esa ofensa a dios y a sus familias.;
Finalmente hubo quienes aseguraron disfrutar plenamente de un mundo homoerótico y homosocial, donde los muchachos podían vestir faldas y brillantes capas rojas, utilizar collares, desfilar por una pasarela decorada con flores alabados por una multitud, cantar eufóricamente, sostener cirios, soplar velas, amarse unos a otros, ser convidados en la boca y alimentarse del cuerpo y la sangre de un muchacho virgen rubio y de ojos claros- todo esto obviando los detalles sadomasoquistas e incestuosos.